lunes, 17 de marzo de 2014

La Oscura Posesión II

El silencio se prolongó tras el estruendo del eco de las últimas palabras del demonio. Tan sólo se podía oír entre los muros de la celda, la respiración agitada del Barón poseído y el tintineo de las cadenas intentando liberarse para lanzarse contra aquel que pudiera ser, el difunto ascendiente de los Von Khanstein. La situación se tensó de pronto, cuando de entre las sombras el misterioso hombre avanzó hasta el único punto de la celda en el que, un diminuto agujero en los muros, proyectaba un pequeño haz de luz revelando su rostro tras retirar la capucha que le cubría y con ello, mostrar su verdadera identidad. Quedó inmóvil observando al Barón, como era presa de la rabia y posesión del demonio que se guarecía en su interior.

-”Y así es, estoy muerto, pero por suerte... no acabó todo cuando me mataste, demonio”- dijo Lord Imrik Von Khanstein, con un tono desinteresado e impasible ya confirmada su identidad, mientras que con un pañuelo de aspecto antiguo, limpiaba un monóculo que había sacado de un pequeño bolsillo de entre sus placas, observando al demonio como sus ojos casi desencajados por la ira y el desconcierto, no daban crédito a lo que éste estaba viendo delante suya. -”¿Sorprendido, demonio?”- preguntó el exánime Lord gilneano, mientras se colocaba su monóculo ya limpio en la cuenca de su ojo derecho y mientras lo ajustaba, dijo casi susurrando -”Pues aún no has visto nada…”-.

Rápidamente, sin apenas dar tiempo de reacción al demonio, Lord Imrik Von Khanstein, desenfundó desde su espalda un extraño mandoble, que empuñó con suma firmeza extendiéndolo con precisión junto con su brazo hacia el torso del Barón, el que tan sólo le separaba de la afilada punta del arma unos pocos milímetros. -”Adelante, Imrik. Atraviesa a tu hijo con la espada, pues tal vez necesites compañía en la no-muerte”- dijo burlesco y provocador el demonio como respuesta al desafío del gilneano caído. -”Tu era de dolor y maldad termina aquí, señor del terror. Arrepiéntete y abandona el cuerpo de mi hijo o atente a las consecuencias”- exclamó Lord Imrik con un tono firme y decidido como advertencia al demonio. El malvado ente, respondió al Lord con una fuerte risotada y con un tono burlón, le reprochó altivamente -”¿Estás amenazando a un señor del terror? ¡Tu palabrería no me conmueve y mucho menos tu insignificante actitud, pues bien sabes que no puedes vencerme!”-.

Ambos quedaron en silencio, mirándose fijamente y de forma desafiante, cuando de pronto, Lord Imrik Von Khanstein, dijo -"Tú lo has querido..."- mientras dejaba caer su peso, sobre el mandoble que sostenía atravesando el pecho de Eristhoof por completo. El demonio, comenzó a reír, sorprendido por la necedad del Lord, ya que si este mataba al Barón, no conseguiría acabar con la existencia del ente vil, si no con la vida de su hijo, pero su risa, se fue apagando y tornando dolor, al ver que el mandoble había cobrado un extraño brillo, casi translúcido, que poco a poco, se tornaba de un color violáceo y éste sentía como su poder y existencia en el plano material, se desvanecían.

-”¡Maldito bastardo hijo de perra, has jugado sucio!”- balbuceó el demonio por boca de Eristhoof mientras su rostro se desencajaba agonizante, pues la espada que empuñaba Lord Imrik, no era otra que la mismísima Destripademonios, un arma capaz de cambiar de plano y tornarse etérea, con la que podría herir mortalmente al demonio sin dañar al Barón. -”¡La muerte será tu pago por destrozar a mi familia, escoria!”- exclamó profundamente el padre de Eristhoof, mientras giraba la empuñadura de canto y con fuerza la alzaba en arco con ambas manos, para acabar con la existencia del señor del terror que durante tanto tiempo, había sido el vil titiritero de su hijo y el tormento de los Von Khanstein. En ese instante, una fuerte llamarada verde de silueta demoníaca, salió despedida hacia el techo por el empuje del golpe del arma, al tiempo que resonaba en la celda un chillido estremecedor y ésta se desvanecía en el aire, como resultado de la victoria del Lord gilneano sobre la existencia del demonio. Eristhoof cayó inconsciente de bruces contra los sucios adoquines de su celda, despojado ya de la posesión que lo controlaba desde hacía cerca de un año y contra la que había luchado desde entonces, por no sucumbir totalmente frente a la voluntad y control del demonio. Su rostro mostraba el cansancio de un hombre casi derrotado y su cuerpo, espejo del tormento y del calvario sufridos, yacía agotado en aquella celda que por poco no fue su tumba.

Lord Imrik, enfundó impasible la Destripademonios al tiempo que ésta volvía a su plano material y se arrodilló cerca de su hijo, para comprobar que éste, aún seguía con vida. Con delicadeza apartó el cabello del rostro del Barón para observar de cerca su faz. -”Descansa hijo mío, ya todo ha terminado… al fin eres libre”- susurró el padre de los Von Khanstein, al tiempo que se volvía a poner en pie y con paso firme, se dispuso a abandonar la celda mientras, se colocaba de nuevo la capucha que cubría su rostro y se perdía en las sombras de los oscuros pasillos de la Prisión de Ventormenta.

Eristhoof incosciente en su celda tras la muerte del demonio

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